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Y pensar que iba a ser fácil. Que dejarlo no iba a suponer cerrar una etapa de mi vida. Pero finalmente sucedió…ahora lo más cerca que veo un 420 es la pared de mi habitación, de donde cuelga la bandera, la gran bandera firmada por personas inolvidables que, sin dudarlo, forman parte de una vida, de momentos alegres y tristes. También, encuentro fotos de un año inolvidable, tanto encima de un 420 como de todo lo que este barco ha conllevado para mi: desde viajes a Italia, Francia o Grecia hasta Ferias de Sevilla a las cuales no habría acudido si no hubiera navegado.

Estos días son tristes, es la vuelta a la realidad. La vuelta a las clases, a la rutina, al no viajar, al “estudiar” para terminar este año la carrera. Pero también son buenos días… son los reencuentros con una ciudad espectacular, con sus playas y su mar, con los compañeros y amigos de la Universidad, con las fiestas de la ciudad condal y con los navegantes que viven aquí, ya sean catalanes o adoptados.

Pero en realidad son días tristes, este año ya no hay escapatoria, ya no hay fines de semana para cambiar hábitos, para ver a buenos amigos, para entrenar… en definitiva: para subirme encima de un 420 y disfrutar. Ya no habrá nada que hacer… pero buscaremos alguna escapatoria para chapotear en el mar ya sea en 420, en crucero o en una simple colchoneta de playa…

¿Quién sabe si el siguiente deporte al que dedicaré mi tiempo será el “colchoneting” en la playa?

¿Por qué basamos nuestra vida en recuerdos? Quizá si dejáramos de pensar en lo que ha pasado y fundamentáramos nuestra vida en lo que vivimos actualmente la disfrutaríamos un poco más.